Un agujero negro es un objeto astronómico con una atracción gravitacional tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, puede escapar de él. La “superficie” de un agujero negro, llamada horizonte de sucesos, define el límite donde la velocidad necesaria para escapar excede la velocidad de la luz, que es el límite de velocidad del cosmos. La materia y la radiación entran, pero no pueden salir.
La teoría de la relatividad general de Einstein proporciona el marco teórico para entender la naturaleza de los agujeros negros. Según esta teoría, el espacio y el tiempo no son absolutos, sino que se combinan en una entidad llamada espacio-tiempo, que se curva por la presencia de materia y energía. La gravedad no es una fuerza, sino una manifestación de la curvatura del espacio-tiempo. Los agujeros negros son la manifestación más extrema de esta curvatura, donde la densidad de masa es tan alta que distorsiona el tejido del universo de manera significativa.
Los agujeros negros pueden formarse de varias maneras, siendo una de las más comunes la muerte explosiva de una estrella masiva, conocida como supernova. Durante este proceso, el núcleo de la estrella colapsa bajo su propia gravedad, comprimiéndose en una región extremadamente compacta creando una singularidad, un punto de densidad infinita. La superficie que rodea a la singularidad se llama horizonte de sucesos, y marca el límite a partir del cual nada puede salir del agujero negro.
Existen diferentes tipos de agujeros negros, incluyendo los agujeros negros estelares, formados a partir del colapso de estrellas masivas, los agujeros negros supermasivos, que se encuentran en el centro de las galaxias y pueden tener una masa equivalente a millones o incluso miles de millones de veces la del Sol, y los agujeros negros de masa intermedia, cuyas masas están entre las de los agujeros negros estelares y los supermasivos.
Detectar agujeros negros es todo un desafío, ya que su naturaleza oscura los hace invisibles a los telescopios convencionales; esta se ha convertido en un área activa de investigación en astrofísica. Los científicos han utilizado diferentes métodos para detectar la presencia de agujeros negros, incluyendo la observación de los efectos de su gravedad sobre las estrellas y el gas circundante, así como la detección de ondas gravitacionales.
En 2019, la colaboración Event Horizon Telescope presentó la primera imagen directa de un agujero negro, ubicado en el centro de la galaxia M87. Esta histórica imagen proporcionó una evidencia visual de la existencia de agujeros negros y confirmó muchas de las predicciones de la teoría de la relatividad general de Einstein.
Los agujeros negros surgen como hipotéticos a partir de las fórmulas de la física y la matemática; sin embargo, gracias a los avances tecnológicos y a la evolución del conocimiento, estos se hacen cada vez más palpables, trayendo consigo muchas más preguntas que nos forzarán a buscar más respuestas en la comprobación y creación de nuevas teorías y la evolución de la exploración del cosmos.